La ciudad te escribe preguntas en las esquinas.
Se abre la noche y florecen signos
de interrogación en los semáforos.
Deambulas por la calle
buscando una boca precisa que te nombre
depositando pasos en la línea blanca
como un trapecista sobre un trazo de luz.
Atraviesas la noche
recuerdas que el poema alguna vez fue un puente
tendido entre tu abismo
y el abismo de otros
el viento lamía los cuerpos
y te esperaba luego entre las sábanas de la página.

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